Personajes Alfonso Diez |
Los que, como Gerardo Fernández Noroña, incitan a la población a
derrocar al presidente Felipe Calderón, no saben el problema en que se están
metiendo por ese “simple” hecho: incitación a la rebelión. Se trata de un
delito previsto en el Código Penal que cualquier persona podría denunciar.
Cualquiera. Lo único que tendría que hacer es ir a alguna Agencia del Ministerio
Público y levantar un acta contra Fernández Noroña, por ejemplo, y el agente
del MP tendría que proceder de inmediato a recabar pruebas y citar al
sospechoso de haber cometido un delito para encarcelarlo, con seguridad, porque
sus declaraciones constan en diversos medios de información.
Porfirio Muñoz Ledo, que también había hecho el mismo exhorto que
Fernández Noroña, ya se está curando en salud. Le dijeron que como presidente
del FAP era sumamente peligroso que hiciera declaraciones de ese tipo porque
comprometía no sólo a su persona, sino a toda la organización y ya modificó su
postura, en declaraciones a Ciro Gómez Leyva para el periódico Milenio.
El presidente interino del PRD, Guadalupe Acosta Naranjo, ante la
gravedad de las declaraciones hechas por los dos personajes mencionados y otros
más de tal partido político, ya enfatizó que condena la incitación que hicieron
y deslinda a su partido puntualizando que fueron hechas a título personal.
El asunto no es menor. Es frecuente que cualquier político haga
declaraciones de todo tipo y que las mismas puedan ser constitutivas de algún
delito sin que nadie haga nada para evitar que tal costumbre continúe y en
consecuencia el clima de terror aumente. Esto hace crecer “la valentía” de los
que lanzan amenazas sin medir las consecuencias y cada vez van más lejos, como
es el caso que se trata.
Ambos personajes son conocidos por sus amenazas e insultos al presidente
Calderón. Muchos, sobre todo correligionarios, los aplauden porque por un lado
se sienten realizados al ensuciar la imagen presidencial y por otro piensan que
entre más lodo echen, más bajo pueden hacer caer al calumniado. El dicho dice
precisamente “Calumnia, que algo queda, aunque sea mentira”.
Pero en realidad lo que hacen es como escupir para arriba, porque el
sector pensante de la sociedad reprueba insultos, amenazas, mentiras y calumnias proferidas sin ton ni son
y, en consecuencia, los que se ensucian son ellos mismos, su imagen va en caída
libre y las encuestas los señalan cada vez más abajo en las preferencias
electorales.
Es el caso también, evidentemente, de Andrés Manuel López Obrador. Su
retórica en torno al petróleo ya quedó rebasada por los mismos hechos y él
sigue amenazando con paralizar a la nación si en el congreso no aprueban la
Reforma Petrolera que presentó el PRD, como si sólo su palabra y sus ideas
tuvieran validez. Los insultos que ha lanzado contra el presidente Calderón van
mucho más allá de lo que pudiera llamarse crítica política y sigue impune.
Ese es el problema. Los políticos mexicanos necesitan crecer. Para que
sus ideas sean aceptadas y reflejada tal aceptación en las urnas deben hacerlas
valer con razones, no con adjetivos, pero desafortunadamente algunos ya no
pueden crecer, porque están limitados intelectualmente y recurren al expediente
fácil del insulto, la amenaza, la mentira y la calumnia, dicho esto aunque
resulte repetitivo.
Lo mismo pasa cuando toman instalaciones, calles y tribunas por la
fuerza. Utilizan la fuerza bruta, o la fuerza de los brutos, como quiera
llamársele, en lugar de la fuerza de la razón; se hace lo que quieren ellos, no
lo que determine la mayoría.
López Obrador quiere aprovechar la fecha del 15 de septiembre para
“hacer su numerito” y lograr el enfoque de los reflectores y Claudia Sheinbaum,
la organizadora del “evento” de su jefe dijo que “lo que pase después ya no es
cosa nuestra”. A la falta de estatura suman la cobardía, porque avientan la
pedrada y luego esconden la mano.
¿Qué podemos hacer para que en nuestro país los políticos maduren y se
comporten como personas adultas, pensantes, reflexivas y no como niños que
están jugando a ver quién escupe primero? Desafortunadamente sólo los que
votan —en otras palabras, el pueblo— pueden cambiar las cosas, pero
el pueblo está compuesto por diversas clases sociales y tanto por individuos
que analizan seriamente por quién van a votar, como por aquellos que se dejan
llevar por los espejitos y las cuentas de colores.
Y lo malo es que los últimos son la mayoría, aunque nos pese decirlo,
por lo que los resultados de una elección pueden llevar gente valiosa a los
puestos en disputa, pero también colocar a otros que nunca debieron estar en
posición de tomar decisiones que afectan a la población
Sólo el paso del tiempo y con éste la madurez del pueblo permitirán
desechar a esos políticos con pies de lodo que escupen veneno.
Por lo que a nuestros gobernantes se refiere, para lograr que se respete la ley deben comenzar por hacer las denuncias correspondientes, en lugar de voltear la vista hacia otro lado para que se constate que respetan la libertad de expresión, cuando lo que en realidad están haciendo es permitir que se lleven al cabo delitos cada vez con mayor frecuencia, debido a que no hay quien los detenga. |